Todos estamos expuestos diariamente a una cierta cantidad de luz solar. El grado de exposición pueden variar considerablemente de una persona a otra dependiendo principalmente de su ocupación y de las actividades de ocio que realice al aire libre, las cuales suelen aumentar en frecuencia y duración en el verano.

Aunque la mayoría de la radiación solar perjudicial es filtrada por la atmósfera, la luz del sol que llega a la superficie de la tierra contiene suficiente cantidad de radiación ultravioleta para causar quemaduras en la piel y diversos cánceres. Nuestro planeta está protegido de las radiaciones solares más peligrosa de tal forma que el campo magnético detiene las partículas cargadas del viento solar y la capa de ozono absorbe los rayos ultravioleta tipo “C”, los de mayor capacidad mutagénica y cancerígena. Aun así, los ultravioleta de tipos “B” y “A” pueden alcanzarnos en grado variable según las condiciones atmosféricas, altura del sol, latitud y altitud. En general se atribuye a los UV-A el efecto de bronceado y a los UV-B las quemaduras solares, el envejecimiento precoz y la inducción de cánceres de piel.

 

La radiación solar a pequeñas dosis produce beneficios al organismo como la síntesis de vitamina D y la estimulación de procesos circulatorios y metabólicos, pero cuando la exposición a la misma es excesiva comienzan los problemas.

Un exceso de exposición a los rayos ultravioleta es perjudicial para nuestra salud ocular, ya que podría dañar la córnea, producir cataratas y también lesiones irreversibles en la retina. Los ojos son la única parte del cuerpo en la que no podemos usar crema solar y sin embargo es veinte veces más sensible al sol que la piel. Es tan peligrosa la exposición al sol de forma intensa en un mismo día como cuando la misma es prolongada a lo largo del tiempo; además no debemos olvidar que el uso de lámparas de rayos UVA produce las mismas lesiones que los rayos solares.

 

Las patologías oculares influenciadas por la radiación solar más destacables son:

  • Pinguécula y pterigium: originados por una exposición crónica al sol. Son lesiones de color blanco-amarillento que aparecen en la zona que queda expuesta con la apertura de los párpados, siendo más frecuentes en zonas tropicales y con una clara asociación a la exposición a ultravioletas.
  • Queratopatía superficial: aparece hasta 6 horas tras una exposición aguda a ultravioletas. El cuadro es similar al que se les produce a los soldadores que no utilizan las máscaras de protección adecuadas o esquiadores debido a la alta capacidad de reflejo de la luz que tiene la nieve. Las córneas que están más adelgazadas por patologías como el queratocono o han sido sometidas a una cirugía refractiva, absorben menos radiación y ésta entrará en mayor cantidad en el ojo, creando lesiones internas.
  • Cataratas: aunque su principal causas es la edad, diversos estudios han demostrado que los rayos ultravioletas pueden ser una de las causas o acelerar la evolución de las mismas. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que el 20% de los 16 millones de casos de ceguera que todos los años se registran como consecuencia de unas cataratas, se deben a la sobreexposición a radiación ultravioleta.
  • Degeneración macular asociada a la edad (DMAE): no existe una asociación clara entre exposición a los ultravioletas y la degeneración macular, pero se considera uno de los factores de riesgo para el desarrollo de la misma debido al daño fotoquímico que la radiación solar puede producir a lo largo del tiempo en la retina.
  • Maculopatía actínica: es la enfermedad aguda más grave del ojo por exposición solar. Si se mira al sol directamente, de forma prolongada o repetida, o si se mira un eclipse de sol sin la protección adecuada se puede ocasionar este trastorno. Se caracteriza porque los rayos atraviesan el ojo y convergen en la mácula, zona central de la retina responsable de la visión más precisa, produciendo una «quemadura».

 

Los niños están más expuestos a los rayos ultravioleta, ya sea durante las vacaciones o en el período escolar debido a las actividades recreativas y deportivas al aire libre. Para evitar el daño visual en los niños, es fundamental evitar la exposición solar prolongada a las horas de mayor radiación (entre las 11 y las 15 horas), aunque no debemos olvidar que las radiaciones ultravioletas están siempre presentes incluso con tiempo nublado. Los lactantes y menores de seis meses no deben exponerse al sol, debiendo situarse siempre a la sombra. Cuando la edad del niño lo permite es aconsejable la utilización de gafas de sol y en niños que utilizan gafas graduadas, las mismas debieran tener filtro solar.

 

También se debe tener en cuenta que los efectos de las radiaciones solares son peores en las zonas cercanas al ecuador (zonas tropicales y subtropicales) como Canarias, la montaña y en el verano. Debemos saber que las superficies como el agua, el asfalto, la nieve o la arena aumentan las radiaciones al reflejarlas; sólo la lluvia, la niebla y las nubes bajas reducen significativamente la radiación ultravioleta.

 

Son muchas las personas que no son conscientes de los daños que el sol puede provocar en los ojos, lo que hace que adquieran gafas que no cumplen con los estándares de calidad necesarios para evitar los problemas de una sobre exposición solar. A la hora de comprar unas gafas de sol el primer requisito es comprobar que tienen el marcado CE. El segundo aspecto técnico a tener en cuenta es el tipo de filtro solar de las lentes; los más habituales conjugan el color con la capacidad de absorción de las radiaciones solares, siendo importante la elección de éstos con la actividad laboral o deportiva a desarrollar.

 

Hay que tener en cuenta que la capacidad de una lente para filtrar los rayos ultravioletas es, en gran medida, una función de cromóforos que forman parte del material de la misma. Estos cromóforos puede tener poco o ningún efecto sobre el color o la oscuridad de la lente. Por lo tanto, el color o la oscuridad de la lente no dan ninguna indicación sobre las características de absorción de los rayos ultravioletas. Además hay que tener en cuenta que la gafa siempre debe cubrir el ojo y los órganos anejos (párpados y zona superior del pómulo).

 

El color de las lentes de unas gafas de sol debe ser elegido sobre la base de las necesidades visuales del individuo y éste debe ser asesorado por el óptico-optometrista. Las lentes de color gris no alteran la percepción del color natural pero sí que obtenemos un contraste menor; para muchas personas el ámbar y el marrón les proporciona un ambiente más agradable, sin alterar significativamente los colores naturales; el verde presenta el mayor grado de distorsión de color y puede disminuir la capacidad de reconocer las señales de tráfico. El amarillo o rosa absorben poca luz visible, pero pueden tener una buena absorción UV si el material de fabricación es de calidad. Por otro lado, las lentes polarizadas reducen sustancialmente el deslumbramiento, siendo especialmente beneficioso para los conductores. A pesar de que la polarización puede proporcionar importantes ventajas en términos de confort, reduciendo los deslumbramientos, ésta tiene poco efecto sobre las propiedades de absorción de los rayos UV de las lentes.

 

Según el grado de intensidad con el que filtran la luz visible, la Unión Europea clasifica a estos filtros del 0 al 4.

  1. Las gafas con lentes de categoría 0 reducen hasta un 20% la luz visible y se recomiendan como gafas de confort.
  2. Las de categoría 1 (reducen del 20 al 57% la luz) para caminar por la ciudad.
  3. Las de categoría 2 (del 57 al 82%) para deportes en el campo y en pista, pasear, bicicleta.
  4. Las de categoría 3, que reducen la luz del 82 al 92%, para deportes o estancias en zonas de mucho sol (playa, mar, montaña).
  5. Las de categoría 4 (reducen del 92 al 98% la luz) en alta montaña y deportes acuáticos intensos.