En España solo se conocen tres casos, aunque no sería descabellado pensar que hay más cosas de personas que quieren permanecer en el anonimato.

Hablamos de casos de españoles que se han teñido el globo ocular de colores tan llamativos como el verde, naranja o fucsia. Incluso una de estas personas ha optado por teñirse cada ojo de un color diferente.

El culpable de esta atrocidad oftalmológica es Óscar Márquez, uno de los artistas corporales extremos más reconocidos de Europa. Un personaje que difícilmente pasa desapercibido al llevar implantes de silicona que asemejan cuernos y dilataciones de 40 milímetros en las orejas.

Este tatuador de origen venezolano y afincado en Gran Canaria es el único profesional que realiza en España la técnica llamada eyeball tattoo.

La técnica consiste en inyectar tinta en las escleróticas, la parte blanca del globo ocular y durante el procedimiento los globos oculares se inflaman y la persona tiene que usar colirios y gafas de sol debido a la irritación.

Esta técnica es irreversible.

El primer español con los ojos tatuados fue un valenciano que se sometió a esta técnica en 2015.

Esta técnica no está regulada en España y los pacientes se tienen que intervenir en otros países. El coste está sobre los 2.000€ por los dos ojos.

La técnica es extremadamente peligrosa debido a que la tinta utilizada, un pigmento a base de agua fabricada específicamente para tatuar los ojos, que se inyecta entre la esclera y la conjuntiva, dos membranas del globo ocular, debe ser la cantidad exacta.

Un error en la composición o en la cantidad de tinta podría generar un problema de extremada gravedad para el ojo de la persona. Es el caso de la modelo canadiense Catt Gallinger, la tinta no estaba bien diluida y le inyectaron más cantidad de la imprescindible. El resultado: perdió parcialmente la visión.

Se supone que el primero en experimentar con esta peligrosa técnica fue el tatuador australiano Luna Cobra hace 13 años.

La técnica saltó a Sudamérica y posteriormente a los Estados Unidos, hasta el punto de que varias asociaciones de oftalmología condenaron esta técnica por el claro riesgo de infección, inflamación e incluso ceguera.