Se trata de una falta de alineación de los globos oculares. Esto puede ocurrir de forma continua o solamente en ciertas ocasiones, por ejemplo, cuando el niño está cansado o enfermo. Se suele desviar un único ojo, pero a veces alterna con el otro.
Los tipos más frecuentes son las endotropias (el ojo afectado mira hacia la nariz) y las exotropias (el ojo mira hacia fuera) pero hay otras muchas formas. Es un problema más frecuente en la infancia, pero no es exclusivo, ya que los adultos también pueden presentarlo debido a diferentes factores, traumatismos o enfermedades neurológicas o endocrinológicas entre otras.
Una de las causas más frecuentes en la infancia es la presencia de un defecto refractivo (necesidad de gafas) que no se ha detectado a tiempo. Si sucede esto el cerebro del niño suprime de forma involuntaria el ojo que ve peor y éste se desvía. Esto, además de la consecuencia estética, implica que ese ojo se hace ‘vago’ o amblíope con el consiguiente riesgo (este ojo no desarrollará buena visión en el futuro) si no se trata convenientemente. Hay otro grupo de estrabismos que son congénitos, es decir, están presentes desde el nacimiento por motivos desconocidos en la mayoría de los casos. Algunos tipos tienen carácter hereditario.
No existe una clave para prevenirlo con lo cual el diagnóstico temprano tiene gran importancia. Habitualmente los padres se dan cuenta de que su hijo tuerce un ojo y a raíz de esto consultan.
En los controles del niño sano que realizan los pediatras también se detectan estos problemas. Es muy importante intentar tratarlo antes de los 6-7 años ya que el pronóstico es mejor con estas edades.